Sé que estos
recuerdos no son míos, nos pertenecen a los dos, porque entre los dos los
hicimos y entre los dos los ahogamos. Pero ahora que mis ojos se cierran para
contener una lágrima, te oigo a los lejos, susurrando mi nombre, deseando nunca
haberme conocido, ocultando todo el dolor que llevás atragantado desde el último
adiós.
Me gustaría
hablar pero sé que es imposible, las condiciones no están dadas. Sin embargo no
me importa, al fin y al cabo, lo único que siempre disfruté fue escucharte, hacer
de cuenta que te prestaba atención mientras me perdía en la música de tus
labios y en la magia de tu mirada.
Sé que no querés
saber nada de mí, pero aún así no podés alejarte. Y, mientras tanto, yo sigo
disfrutando de tu escasa pero preciada compañía. Cada día pensando que puede
ser el último, temiendo lo que será de mí cuando ese día llegue.
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