1 de diciembre de 2015

Paréntesis


¿Qué éramos? Un par de animales con hambre y nada más. ¿Y por qué revoloteamos como cuervos sobre la carroña de nuestro amor? Nos volvimos ciegos a la cordura y nos lastimamos sin piedad. ¿Qué era lo que me habías dicho? Terminemos acá. ¿Dónde empieza algo y dónde termina? Los puntos se confunden con comas, la serpiente se tienta a morder su propio cascabel. No existen los finales, existe el miedo al fin, sin miedo seríamos eternos ¿Pero qué nos queda sin miedo? ¿Dónde habitan los impulsos? Emociones y pasiones que desatamos para clavarnos puñales sin remordimientos. Estúpidos inconscientes ¡¿En qué estábamos pensando?! El hedor de lenguas entrelazadas, el sabor del olvido. ¿Cuándo mueren los recuerdos? ¿Renacen o simplemente creamos otros nuevos? Maldita verborragia, maldita debilidad, un hombre no debe contradecir su conciencia si no está dispuesto a cambiar. ¿Cambiar? El cambio es algo efímero, intrascendente, fugaz, definitivo, irreversible, imprescindible, temerario, cobarde. Mil caras, todas falacias con investiduras de realidad. Esa realidad que no es más que lo que dibuja la mente, todo subjetivo, todo irreal. ¿Y dónde quedamos nosotros? Atrapados en nuestras realidades, en la soledad de nuestra propia visión. ¿Qué somos? Somos animales enjaulados en la libertad, somos la fruta podrida de lo que quisieron hacer de nosotros. ¿Y por qué seguimos golpeándonos la puerta? ¿Cuándo terminará? ¿Cuándo empezó? ¿Cómo te puedo mirar sin culpa? ¿Cómo vuelvo a hablarte sin rencor? Principios y finales inexistentes. Una puerta, mientras así se llame, nunca se cierra definitivamente.

15 de septiembre de 2015

Cenizas y polvo

Tras una cortina de humo invisible, a la sombra de lo indigno, se perpetra la más negra de las traiciones. Ahí, donde las estrellas se esconden por pudor y donde las mariposas no son más que un decadente festín de tonos grises.
Hierven las venas y se enredan las palabras en la boca, un impulso frenético pugna por salir y desbaratar en un instante lo que la cordura construyó con infinita paciencia. La mandíbula vacila y el crujir de dientes no se hace esperar.
Un par de manos tiemblan y una mente se pone en blanco al observar la cruda realidad: se fue, para siempre, y por el peor camino posible; no lo sabe aún, pero lo sabrá, así como esta mente sabe ahora que está sola, completamente sola en un mundo abarrotado de sombras.
Las vueltas de la vida y la espiral que nunca termina, el fondo no es más que una ilusión, la luz no es más que un recuerdo fugaz. Volver a la senda de los vivos, de los que aún pueden sentir algo más que dolor, de aquellos que aún tienen un ápice de esperanza, un pequeño vestigio de amor. Volver en sí. Una mente que necesita encontrarse porque ya lo perdió todo de forma prematura. Injusticias a la orden del día. El corazón se acelera bombeando odio, amargura, resentimiento, combustibles para el motor de la ira. Un puño se cierra con fuerza mientras una lágrima deja de luchar y se cae, se pierde para siempre.

Y al final, invocar a los dioses del olvido será la forma de purgar tanto rencor. Lujuriosos desagradecidos, al César lo que es del César. Un verdugo se viste de verdugo, nunca se disfraza de amigo.
Merecer es solo un deseo, un anhelo irreal, todo se retuerce y la vida no paga con la misma moneda. Un revés y poner la otra mejilla, apagar la mente, el corazón, el espíritu y extirpar todo sentimiento. Solo. Una danza solitaria en un interminable mundo de sombras y humo invisible.

18 de junio de 2015

San Telmo


Te encuentro en la esquina
Junto a calles temblorosas
Alcantarillas silenciosas
Bajo un farol que te ilumina

Parada en la puerta del bar
Donde todas mis ilusiones
Se tiñeron de pasiones
Invisibles como la sal del mar

San Telmo habla en sus muros
De amores que no nacieron
Esperanzas que no murieron
Espasmos de pasados oscuros

Una casa de ventanas lúgubres
Hartas de vidrios esmerilados
Resguarda en sus acabados
Silenciosos secretos que encubres

Y en la esquina te hallo esperando
Con tu labial sabor a miel
Y el rojo en el que se imbuye tu piel
Un amor para volver cantando

Que no hay razón para llorar
Que si la lluvia no se quiere ir
Las lágrimas no se pueden lucir
Y que San Telmo siempre va a esperar

Bailan baldosas bajos mis suelas
Salpican con agua mis tobillos
Andantes de antiguos pasillos
Hinchados al color de las ciruelas

Y a través de estrechos pasajes y plazas
Llego al fin a tu esquina
Mi mente enseguida lo adivina
Soy la sombra del hombre al que abrazas

9 de junio de 2015

En secreto



De vez en cuando todavía lo percibo, el dulce olor de tu pelo, llamándome suavemente a través del viento. Tenue, aún suena la melodiosa canción de un recuerdo que no fue y desfila por mi frente la memoria de un amor invisible.
Suave es el filo de la daga que atraviesa los corazones, suave es el perfume que emana de tu cuello. Como la Luna tímida que se oculta tras las nubes, tu rostro se me hace cada vez más borroso, pero aún brilla en soledad.
Un abrazo para impregnarme de tu olor sagrado, un abrazo para salvar mi vida. Un beso para ensuciar mis labios con el fino carmesí que te adorna, un beso para salvar mi alma. 
¿Dónde quedan las caricias que nos guardamos? ¿En qué hoguera arden los recuerdos que nos destruyen? ¿Cómo se esfuman las palabras amontonadas en el baúl de la mente?
Pasear mi pulgar por tus mejillas, dibujarte una sonrisa y descubrir un par de hoyuelos que me piden a gritos que los llene con mis labios.
Frente a frente no hay secretos que contar, no hay promesas por hacer, no hay poemas que recitar. Todo está de más cuando estamos juntos, las palabras están de más, acumuladas ahí, en el baúl infinito de la memoria. Todas las caricias no son suficientes y todo se funde en un eterno adiós.
Un recuerdo vivo es más claro que la fotografía más nítida y yo lo encuentro bajo el perfecto aroma de tu pelo, de tu cuello conjugado con mi boca, aún lo siento alrededor mío cuando escondo mis ojos del mundo. Todavía estás acá cuando sueño, aunque eso me destruya, en secreto siempre estás.

14 de mayo de 2015

Sonríe





Sonríe, pequeña babosa sonríe, el mundo no está hecho para animales como nosotros. Sonríe que el mundo tiene punto final y este momento será todo lo que nos quede. No quiero nada de esto pero lo tomo. Sonríe porque en el fondo todos son iguales, todos están muertos, ni lo sueñes, no escaparemos.
Bailaremos y cantaremos a capela cuando ya no tengamos voz, en la oscuridad, cuando ya no distingamos el dolor del olvido. Sonreiremos porque será todo lo que nos quede.
Caminaré en esa hoja filosa de labios pintados que hace tanto dejé por error y te recordaré, incluso en este último instante que nos queda, que me gustas cuando sonríes, aunque eso me despedace.

6 de abril de 2015

La mañana tornasolada


Traté de creer que el tiempo me haría ver la cosas con mayor claridad, de que alejarme para ver la escena completa era lo que necesitaba para entender la película, pero sigo estancado en este pantano de memorias y la escena no cierra si no estamos los dos en ella.
Traté de encontrarle sentido a volver a tus brazos, de encontrar una nueva excusa para intentarlo de nuevo.
Traté de desenterrar las migajas de pan que me llevarían de vuelta a tu refugio, aquel en el que te resguardas cuando el sol brilla y la lluvia azota.
Traté de desempañar los vidrios de aquella ventana que oculta el sueño más hermoso que los dioses permiten a los hombres soñar. Aquella ventana que desnuda el oeste a un anaranjado furioso cada tarde ante tu atenta mirada.
Traté de separar las sombras de mi recuerdo de las sombras de mi deseo, de borrar con llanto lo que habíamos tallado en piedra.
Traté de ser lo que siempre esperaste y ahora no soy más que lo que siempre odiaste. Me vuelvo un fantasma en las noches donde tu sueño se esconde de tu descanso y borro los rastros de gozo que alguna vez dejamos por el camino.
Una vuelta y un adiós inevitable, un beso enrarecido en una mañana tornasolada. Y aunque el tiempo pase y el mundo olvide, dentro mío siempre habrá una lágrima dispuesta a caer por vos.

7 de febrero de 2015

El adiós de un tonto


Te veo y lo intuyo, algo en el aire me dice que llegamos al punto de no retorno. Sentados, cara a cara, desnudando con palabras y miradas todo lo que nuestros corazones trataron de sepultar por tanto tiempo. Te escucho y trato de no perderme en la locura de tus ojos, en la fantasía de tu sonrisa.
Mi mente se nubla como cada vez que intento ser sincero, pero ya no hay más tiempo, ya no hay más vueltas. Quisiera poder tener al menos el coraje de mirarte de frente mientras hablo, pero sé que no podría contener las lágrimas. Se me hace imposible detener la caída de todo lo que construimos y nada será lo mismo después de esto.
Argumentos que no puedo rebatir, razones que no entiendo y todo se hace confuso.
Ya solo me queda asentir y elegir la resignación como única alternativa. Pienso en todas las cosas que podría haber cambiado u hecho de otra manera y siempre llego a la misma conclusión: yo soy el problema. No importa lo que haga, no importa lo que diga, no importa cuándo o cómo, yo soy la piedra en el camino y como tal, me debo hacer a un lado.
Nunca voy a entender por qué esas pocas ganas de luchar, por qué esa poca esperanza en las posibilidades, pero ya no hay nada que pueda hacer para cambiarte. Me quedé sin fuerzas, te di lo último que me quedaba y ni eso fue suficiente, por eso es tiempo de marcharme hasta sepa Dios cuándo.
Un último beso para engañarnos una última vez, un último abrazo con los ojos vidriosos, un último suspiro cerca de tu cuello, un haz de luz que se termina por desvanecer frente a nosotros, un montón de arena que se nos termina de escurrir entre los dedos.