De vez en cuando
todavía lo percibo, el dulce olor de tu pelo, llamándome suavemente a través
del viento. Tenue, aún suena la melodiosa canción de un recuerdo que no fue y desfila por mi
frente la memoria de un amor invisible.
Suave es el filo de
la daga que atraviesa los corazones, suave es el perfume que emana de tu cuello. Como la Luna tímida que se
oculta tras las nubes, tu rostro se me hace cada vez más borroso, pero aún
brilla en soledad.
Un abrazo para impregnarme de tu
olor sagrado, un abrazo para salvar mi vida. Un beso para ensuciar mis labios
con el fino carmesí que te adorna,
un beso para salvar mi alma.
¿Dónde quedan las caricias que nos guardamos? ¿En qué hoguera arden los
recuerdos que nos destruyen? ¿Cómo se esfuman las palabras amontonadas en el
baúl de la mente?
Pasear mi pulgar por
tus mejillas, dibujarte una sonrisa y descubrir un par de hoyuelos que me piden
a gritos que los llene con mis labios.
Frente a frente no
hay secretos que contar, no hay promesas por hacer, no hay poemas que recitar.
Todo está de más cuando estamos juntos, las palabras están de más, acumuladas
ahí, en el baúl infinito de la memoria. Todas las caricias no son suficientes y
todo se funde en un eterno adiós.
Un recuerdo vivo es
más claro que la fotografía más nítida y yo lo encuentro bajo el perfecto aroma de tu pelo, de
tu cuello conjugado con mi boca, aún lo siento alrededor mío cuando escondo mis ojos del mundo. Todavía estás acá cuando sueño, aunque eso me destruya, en secreto siempre estás.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario