7 de diciembre de 2016

Como espuma



Concluir… concluir que nunca fui quien creí que era en tus ojos, que nunca fui la búsqueda de tu corazón ni el deseo de tus labios. Concluir que esa daga que llaman amor no estaba destinada a ser empuñada por mis manos, mas sí a ser clavada en mi espina. Concluir que el tiempo que te di no fue más que un puñado de horas malgastadas que no llevaban a ninguna parte. Que aquel camino que pensé podíamos tomar no era más que un pasillo largo y solitario de paredes negras y suelo pantanoso.
Concluir. Llegué a concluir que no fui el único arrepentido en este frenesí de emociones. Que no fui el único en pensar que todo esto estaba mal. Que nunca tuviste el valor para desecharme hasta que te di la oportunidad. Que todo lo que dos personas alguna vez fueron, desaparece como espuma cuando ya no hay voluntad de amar.
Perdón. Perdón por intentar cambiar tu forma de ver el mundo. Perdón por intentar que me quieras. Perdón por querer tenerte en mis brazos, aun cuando eran otros los brazos que te sostenían. Perdón por mirarte a los ojos de forma sincera, por ofrecerte la plenitud de mi amor. Por darte la posibilidad de ser la causa de todas mis sonrisas.
Perdón, pero llegué a concluir que todo tiene un punto de no retorno. Que las cosas en esta vida nunca son gratis y menos lo son el tiempo y el amor. Perdón por tratar de inflar un deseo que estaba muerto, por tratar de revivir un corazón que ya estaba petrificado. Perdón, pero es que está en mi naturaleza el dar segundas oportunidades. Y terceras y cuartas y quintas…
Perdón, pero concluí que lo mejor es concluir. Seguramente estarás de acuerdo, al fin y al cabo dudo que te interese demasiado como para detenerte a pensarlo. No te culpo, simplemente espero que algún día puedas amar como yo te amé. Quizás, solo quizás, en ese mismo instante, entiendas lo mucho que te quise.

17 de marzo de 2016

El pozo

Volví a asomarme al pozo de la soledad, donde tiré las últimas monedas que quedaban en el fondo de mi bolsillo aquella noche de Octubre en que te besé por primera vez. Asomé mi rostro solo para ver, ahí en medio del vacío de oscuridad, bajo la luz de la luna, el resplandor de esos metales ya un poco oxidados por la humedad y el paso del tiempo. Y ahora, con mi cabeza inclinada hacia ese abismo negro, todo es más claro.
Busqué respuestas donde solo había preguntas, busqué amor donde solo había indiferencia, y ahí acabaron mis monedas. Deseos muertos, tiempo perdido que no volverá.
Y así como el tiempo se va y no vuelve, así debo irme yo también de aquel pozo. En sus fauces quedarán mis centavos, testigos inequívocos del ardor de mi alma por la tuya, para que algún día los tomes y entiendas lo que nunca quisiste entender.
No todos los días se le da la espalda al mayor anhelo del corazón, pero cuando este no puede soportar más cicatrices, es hora de decir adiós. Adiós a tus besos y caprichos, a tus abrazos y puñales, adiós a tu belleza y tu locura.
Alguna mañana traerá consigo de vuelta la lluvia y rebalsará de nuevo aquel pozo triste y abandonado, algún día, pero no hoy. Hoy es tiempo de buscar otro, lanzar nuevas monedas y velar por nuevos deseos bajo otras lunas. Hasta siempre.