Un túnel oscuro alumbra
los rincones más profundos de mi ser. Una oscuridad brilla en el fondo de mi
alma. Estrellas se descubren en el azul de la noche y las observo en paz, en
calma. A mis espaldas se desata el infierno pero ya no importa, ya no. Una luz
rebota en la pared que se levanta frente a mí e invoca en ella formas irreales,
formas imposibles.
En un vaso se derraman los
sueños de una generación partida. En un trago desaparecen las ilusiones de un
futuro distinto. Pero nada importa ya. El sol asoma su amarillento rostro y
todo va a seguir como siempre. Como si nada hubiera pasado. Todo igual, solo otra
estrella brillando en el cielo, cobijada por sus planetas, por sus dioses. Un
pasillo conduce al fin y todo vuelve a su lugar, a la realidad, al menos hasta
la próxima velada de lunas y estrellas desnudas sobre nuestras cabezas.
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