Cuatro paredes y un alma triste entran en comunión. El ruido del ventilador en el techo y la luz que se cuela por
la persiana semi destruida adornan la escena.
Un pensamiento se cae de la cama y rueda hasta dar con el zócalo de la húmeda pared color soledad: "Tu sonrisa por la mañana, tus caricias por la noche. Nada más". Y se pierde, para siempre o hasta luego. Se pierde en el rincón olvidado de los pensamientos prohibidos a la palabra.
Un pensamiento se cae de la cama y rueda hasta dar con el zócalo de la húmeda pared color soledad: "Tu sonrisa por la mañana, tus caricias por la noche. Nada más". Y se pierde, para siempre o hasta luego. Se pierde en el rincón olvidado de los pensamientos prohibidos a la palabra.
Mientras, debajo de sus sábanas, él seguirá llorando las penas de lo que no pudo ser. Pero quizá, y tan solo quizá, un día ella lo encuentre, lo levante y le sacuda el polvo y lo deje reluciente como alguna vez lo fue. Quizás algún día ella lo necesite tanto como él a ella. Quizás algún día puedan decirse lo que de verdad sienten. Quizás algún día ella se decida y lo arregle todo. Quizás algún día las lágrimas sean finalmente de alegría y no más de amargura.