¿Qué éramos? Un par de animales con hambre y nada más. ¿Y
por qué revoloteamos como cuervos sobre la carroña de nuestro amor? Nos
volvimos ciegos a la cordura y nos lastimamos sin piedad. ¿Qué era lo que me
habías dicho? Terminemos acá. ¿Dónde empieza algo y dónde termina? Los puntos
se confunden con comas, la serpiente se tienta a morder su propio cascabel. No
existen los finales, existe el miedo al fin, sin miedo seríamos eternos ¿Pero
qué nos queda sin miedo? ¿Dónde habitan los impulsos? Emociones y pasiones que
desatamos para clavarnos puñales sin remordimientos. Estúpidos inconscientes ¡¿En
qué estábamos pensando?! El hedor de lenguas entrelazadas, el sabor del olvido.
¿Cuándo mueren los recuerdos? ¿Renacen o simplemente creamos otros nuevos?
Maldita verborragia, maldita debilidad, un hombre no debe contradecir su
conciencia si no está dispuesto a cambiar. ¿Cambiar? El cambio es algo efímero,
intrascendente, fugaz, definitivo, irreversible, imprescindible, temerario,
cobarde. Mil caras, todas falacias con investiduras de realidad. Esa realidad que
no es más que lo que dibuja la mente, todo subjetivo, todo irreal. ¿Y dónde
quedamos nosotros? Atrapados en nuestras realidades, en la soledad de nuestra
propia visión. ¿Qué somos? Somos animales enjaulados en la libertad, somos la
fruta podrida de lo que quisieron hacer de nosotros. ¿Y por qué seguimos golpeándonos
la puerta? ¿Cuándo terminará? ¿Cuándo empezó? ¿Cómo te puedo mirar sin culpa? ¿Cómo
vuelvo a hablarte sin rencor? Principios y finales inexistentes. Una puerta,
mientras así se llame, nunca se cierra definitivamente.